Ezequiel Blanco Hechavarría.
Master en Cuidado Pastoral a la Familia.
Cuando preguntaron a Jesús, ¿cuál es el gran mandamiento? Él resume la Ley en sólo dos decretos, amar a Dios y amar al prójimo como a sí mismo (Mateo22:36-40); el primero es fundamental, pues es la condición indispensable para el cumplimiento del segundo.
Ahora, generalmente cuando se habla sobre “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” se hace énfasis en la primera parte, posiblemente para resaltar la relevancia de mostrar amor o tal vez porque se da por hecho, que cada persona se ama a sí misma; en todo caso vale la pena reflexionar sobre la condición implícita en el segundo mandamiento (“…como a ti mismo”) pues, el hombre debe tener un amor propio adecuado, para poder amar asertivamente a sus similares. Toda persona anhela amar, y en especial a la familia, mas no pocos se sienten inhabilitados para hacerlo o sencillamente no saben cómo; las causas pueden ser disímiles, pero una de las expresiones más oídas es: “el problema es que recibí poco o ningún amor de mis padres”, esta excusa no es exclusiva del mundo, sino que aún entre cristianos también es escuchada; realmente muchas son las historias de abandonos y maltratos causadas por quienes debían dar protección y cuidado.

Quien haya crecido bajo episodios semejantes, casi siempre, cuando enfrenta la paternidad se siente perdido, y tiende, de manera consciente o inconsciente, a repetir lo vivido en sus hijos; por otro lado, es natural que sienta no poder amar a su prójimo, pues nadie puede dar lo que no tiene. Pero a pesar de esta realidad, todos pueden elegir entre vivir aferrados a su pasado o tratar de marcar la diferencia en su generación; lo primero siempre será más cómodo, aunque acarrea destrucción, como bien expresara alguien:
“Si vas a pasarte la vida lamentándote por las deficiencias de tu padre, tus hijos tendrán un padre inmaduro de quién seguir lamentándose»
Lo segundo va doler hasta los huesos, pero dará buenos frutos .Cualquiera que decide hacer suyo el primer gran mandamiento (Mateo22:37), experimenta en su vida el inmenso amor de Dios y aunque ciertamente no podrá borrar el pasado, gozará de un Padre que le acogerá (Salmos27:10) y llenará de amor; que le ayudará a sanar y le enseñará el perdón. Entonces, como cristiano, debe hacer a un lado lo que el mundo dice que es o lo que él mismo se haya creído o cuan impotente se sienta; ahora es un hijo de Dios, comprado con sangre, heredero del Altísimo (Gálatas4:1-7); lo relevante para él o ella debe ser lo que Dios dice que es hoy (Efesios1:1-14; 1Pedro2:9,10). Únicamente si el hombre se valora como Dios lo ve, estará en condiciones de desbordar amor hacia su prójimo, comenzando por casa. ¡Ya no lo intentes más por tu cuenta, ni te colmes de justificaciones!
Dios desea abrazar a tus hijos, a tu familia a través de ti, solo déjate conquistar y transformar de a poco por Él, y amarás a tu prójimo como ti mismo.