DIOS ESTÁ BUSCANDO CONSTRUCTORES DE ARCAS

En medio de la inmoralidad que vive el mundo es necesario que las familias se pongan a la orden de Dios.


Autor: Ezequiel Blanco Hechavarría

¿Qué vas a encontrar en este artículo?
1. Un hombre hace la diferencia
2. La familia de Noé, en la otra inundación
3. Bajaron las aguas, pero no hay que descuidarse
4. Dios quiere abrir nuevas agencias

Todo lo que propicia la destrucción del hombre florece fácilmente en un clima de aceptación o negligencia. La homosexualidad, la drogadicción, los abortos, los divorcios, la hechicería y otros flagelos sociales se abren paso en nombre de la nueva tolerancia. La humanidad ha sido “inyectada” con alguna especie de vacuna anticonciencia que la va llevando a un estado de acomodamiento amoral, donde nada importa más allá de la conveniencia o los beneficios particulares de cada individuo.Las familias, carentes de proyectos comunes de edificación, se fragmentan. Cada miembro de ellas va en busca de “lo suyo” y no importa lo que tengan que hacer, a quién tengan que dejar atrás, o sobre quién deban de pasar para llegar a su meta; en su corazón solo hay una fase: “el fin justifica los medios”.

Es común que padres e hijos se enreden en contiendas irreconciliables, que haya hermanos separados por el odio alimentado día a día por posesiones o herencias, que existan familias inmersas en proyectos que les esclavizan o ponen a cada miembro de ella en puntos geográficos bien distantes, con la finalidad de obtener dinero, recursos materiales, estatus o posición social. Aún en las iglesias hay familias divididas, porque cada cual hace lo que, en su razonamiento, considera es la obra de Dios, y se enredan en un activismo arrasador. Cada vez son más los que dejan a un lado el cuidado pastoral de su propia familia, con la cual apenas se comunican.
En medio de esta inundación amoral y de división familiar, hay hombres y mujeres que Dios se reserva para dar luz y esperanza; así dijo el Señor a Elías cuando este pensaba que todo estaba perdido y se escondió en una cueva: “Y yo haré que queden en Israel siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal, y cuyas bocas no lo besaron. (1 Reyes 19:18)”, y así dice hoy y dirá mañana. Cristo, hablando del final de los tiempos, dice: “Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. (Mateo 24:37)” y es que, en los días de Noé, la tierra estaba abarrotada de maldad y sólo él hacía la diferencia, por esto Dios le dio un proyecto, construir un arca para salvación. Hoy también prolifera la maldad y Dios está llamando a sus hijos a formar agencias de constructores de arcas, lo que implica vivir inmerso en la vida y el carácter de Jesús y motivar a otros a comprometerse en el mismo empeño, comenzando por los de la casa. Motivo suficiente para que cada ser humano sienta como una urgencia el acercarse a la historia de Noé y su familia para beber de sus enseñanzas y alimentar la fe, en aras de hacer la diferencia en un mundo que se desliza apresuradamente hacia la perdición. Noé, un hombre singular en medio de una tierra inundada.

 

Dios llora ante una tierra inundada.

Para cuando Adán y Eva engendraron a sus primeros hijos, ya el pecado había entrado al mundo a causa de la desobediencia. Consecuentemente con esto, Caín, su hijo mayor, enardecido por el odio y la envidia, da muerte a su hermano Abel y Dios le aleja de sus padres bajo una tremenda maldición. Así se va Caín lleno de maldad y engendra hijos e hijas, generaciones llenas de odio y rencores. También a Adán y a Eva Dios les concede otros hijos, y al paso de los tiempos los hijos se mezclaron casándose unos con otros, sin observar su descendencia y la maldad se multiplicó tanto que los hombres sólo tramaban el mal (“Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.” Génesis 6:5).

La Biblia intenta recoger en palabras el profundo dolor que experimenta Dios en su corazón, al ver que los hombres han decidido abrazar la maldad y el odio antes de buscarle a Él. El Señor llora ante el sufrimiento que experimentaban las personas a causa de su extravío y es por esto que no encuentra razón para que ellos continúen viviendo. Triste luce el panorama, al imaginar a un padre amoroso que ve cómo su hijo huye de su consejo y se va pudriendo tras una y otra decisión, motivada por rebelarse en ira contra su propio progenitor. Así estaba Dios destrozado dentro de sí en angustia por sus hijos.

1. Un hombre hace la diferencia.

Dios encuentra algo de consuelo de su dolor, si se pudiera decir esto, al ver a un hombre singular caminar con Él. Su nombre era Noé, descendiente de Adán por la línea de Set, el primer hijo que Dios le diera a Eva después de la muerte del justo Abel. De Noé, el Creador dice que era varón justo y perfecto en su generación (Génesis 6:9). Esto en ninguna manera refiere que quizá Noé nunca se hubiere equivocado, más bien habla de la relación estrecha que tenía él con Dios.

Toda la humanidad había decidido darle la espalda al Señor y buscar lo suyo, robando, matando, adulterando, inmersos en borracheras y contiendas, todos menos Noé; cuanta presión constante habría sobre él y su familia; cuán difícil les sería aferrarse a Dios. Su obediencia es sólo explicable desde la misericordia misma del Señor, quien obraba en el corazón de Noé y los suyos. Lo cierto es que propuso en su corazón agradar a Dios antes que a los hombres y hacer la diferencia dentro del caos moral y social existente.

Noé halló gracia delante de los ojos de Dios (Génesis 6:8) y el Señor decide revelarle lo que va hacer. ¿Qué pasaría por la mente del patriarca en ese momento? Quizá pensaría en sus parientes y amigos, a los cuales ha tratado de persuadir de que se volvieran de sus malos caminos. A lo mejor pensaría en las cosas que poseía o en lo que sencillamente había a su alrededor en ese momento y estaba a punto de desaparecer; este sería un momento bastante difícil.  

El Señor no sólo revela lo que Él va hacer, sino que también dice a Noé lo que él debía hacer, Dios ordena al patriarca construir un arca, pero no una cualquiera, sino la que exactamente debía de hacerse. Medidas precisas da el Señor, así como la madera de la cual debía formarse y con qué y cómo debía calafatearse, además de las provisiones que debían llevar para sobrevivir al diluvio que se avecinaba. También Dios le deja claro a Noé que el propósito de la construcción es la salvación de él, su familia y la fauna de la tierra.

La barca tendría aproximadamente 135 m de eslora por 22.5 m de manga y 13.5 m de puntal: imposible ocultarla de la vista de los curiosos. La presión social que hasta aquí era arrasadora con el patriarca por hacer la diferencia, comenzaría a alcanzar sus máximos niveles; por otro lado, el hecho de que el proyecto implicara que Noé pusiera todos sus recursos, incluyendo a su familia, en función del mandato de Dios, constituía un reto gigantesco para la mente de este varón en sus decisiones futuras. ¡Tremendo desafío el que enfrentó Noé!

El patriarca a la orden, ¿y quién se suma?

A pesar de lo difícil que se presentaba la tarea, Noé no vaciló, sino que creyó en el Señor y puso manos a la obra. Tal vez llegó ese día a casa y dijo algo parecido a esto a su familia: “atiendan, acabo de hablar con Dios, me dijo que inundaría toda la tierra y aquí tengo las medidas de un barco que hay que construir para que no muramos, en el cual debemos introducir también animales y provisiones. Por esto debemos dejar todo lo que estamos haciendo y sólo dedicarnos a construir el arca, vender todo lo que tenemos y comprar madera y brea”.

Aunque en aquellos tiempos la figura patriarcal era respetada al extremo y sus decisiones eran seguidas generalmente sin objeciones, en ese momento la familia debió paralizarse ante lo que parecía un absurdo. ¡Cuántos pensamientos y frustraciones se habrán encontrado en aquel espacio!“¿Un arca aquí?, ¿Acaso estás loco, Noé?”, estas u otras preguntas quizá matizaron la o las conversaciones sobre el tema, pero lo que sí está claro es que la familia de Noé le siguió en el proyecto y su principal motivación para hacerlo era que habían visto a Noé caminar con Dios.

Tanto Noé como su familia terminaron puestos a la orden de Dios. Dos versículos resuenan en el tiempo cual trompetas de desafío y atención, dando certeza de que no solo terminaron la tarea, sino que lo hicieron exactamente a la manera que Dios les había dicho, en un acto descomunal de obediencia y fe:“Y lo hizo así Noé; hizo conforme a todo lo que Dios le mandó.” Génesis 6:22; “E hizo Noé conforme a todo lo que le mandó Jehová.” (Génesis 7:5).

2. La familia de Noé, en la otra inundación.

Comenzaron las lluvias del diluvio al séptimo día tal y como Dios había dicho. De nada sirvieron las llamadas de atención que le hiciera Noé a sus parientes y vecinos, nadie quiso escuchar, nadie optó por volverse a Dios y entraron al arca el patriarca, su familia y los animales que Dios había dicho. El mismo Señor cerró la puerta. Si alguno quería entrar a última hora, Noé no le podía abrir. Moraleja, hay que entrar al arca en el tiempo de Dios, no cuando parezca mejor o convenga. Muchos se preguntan cómo hizo Noé para construir el arca y recolectar todos los animales. La respuesta es simple y profunda: hay que hacer lo que Dios manda, Él está al control y hace el resto. La orden a Noé era construir el arca y cuidar los animales. Quien proveyó todo fue el Señor.

La familia de Noé había pasado un tiempo considerable bajo un mismo propósito; unánimes, juntos habían llevado adelante el proyecto que Dios les confió. Como cabeza de linaje, Noé había obrado de manera responsable, librando la batalla por su salvación y la de su familia y Dios obró en los corazones de los suyos para hacerlos receptivos a lo que este padre de familia les decía. Los resultados superaron las expectativas y ahora estaban seguros dentro del arca dando gracias a Dios por el milagro de la salvación y por la familia sólida en que se habían transformado.

Yendo a la deriva, azotados por la tormenta, serían cuarenta días bien intensos, en los que el miedo y la desesperación quizás fueron las armas que usó Satanás para hacerles dudar, pero ellos tenían defensas poderosas que les ayudaron a vencer, habían aprendido a pelear en familia y confiar en Dios. Ellos habían experimentado la provisión y el cuidado especial del Señor en medio de una inundación amoral, ahora en esta otra inundación estaban seguros de que Dios estaba con ellos y al control de todo. La espera en fe en el Señor comenzaba a dar frutos. Dios calma la tempestad y las aguas comienzan a bajar. Gritos de alabanza y júbilo brotan, aún de la boca de los animales, mientras Noé abre la ventana y entra un rayo de luz a todo el espacio del arca, más la espera para poder salir dura, en total, 150 días, Tiempo de prueba en que el Señor siempre estuvo con ellos.  

3. Bajaron las aguas, pero no hay que descuidarse.

Dios se acuerda de Noé y de los que estaban en el arca y hace que la creación interactúe a favor de que las aguas descubran lo seco. Después de 150 días, todos debieron estar ansiosos por salir de aquel artefacto que Dios había usado para salvarles la vida, mas todos esperan con paciencia y dicen en su corazón: “Dios cerró la puerta, Él dirá cuando es seguro salir”. ¡Qué lección! Sencillamente extraordinaria. Nadie se movió hasta que El Señor llamó a Noé y le dijo: “Sal del arca tú, y tu mujer, y tus hijos, y las mujeres de tus hijos contigo. (Génesis 8:16)”. En ese momento se edifica el primer altar a Jehová, en el que Noé y su familia ofrecen sacrificio de agradecimiento a Dios. Es lo primero que hacen al salir del arca, glorificar y agradecer a Dios. El Señor, en su amor por la creación toma la iniciativa y hace el primer pacto con el hombre de no volver a destruir la tierra con agua, dejando el arcoíris como señal de su pacto.

Todo vuelve a la normalidad y la familia comienza a trabajar la tierra. Noé siente que ha cumplido y se prepara para vivir una nueva etapa, mas como boxeador imprudente, al pasar de los días se confía y baja la guardia: siembra una viña de la cual hace vino y comienza a beber hasta quedarcompletamente borracho en medio de su tienda. Surge lo inesperado, suhijo menor, Cam, padre de Canaán, en un acto de imprudencia e irrespeto ve su desnudez y el patriarca lo maldice. Una tragedia familiar causada porque Noé, el hombre de fe y varón justo que con los suyos construyó un arca en obediencia a Dios, decidió emborracharse. Este hecho es una llamada de alerta para todos hoy, reclamo de atención reafirmado con diligencia y de manera directa en la Biblia (“Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos.Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga. 1 Corintios 10:11,12). Las Escrituras también enseñan qué hacer para no caer. El mismo Jesucristo advierte: “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. (Mateo 26:41)”.Así que, por su naturaleza caída, los hombres y mujeres deben ser sobrios y perseverar en oración y fe.

Los hechos que envuelven la historia de Noé y su familia, a pesar de haber ocurrido hace mucho tiempo, tienen una fuerte vigencia en el mundo de hoy, una tierra que como en los días de Noé está inundada por el mal, donde el hombre conoce mucho de ciencias y filosofías, pero la verdad de Dios le es ajena. El ser humano vive inmerso en muchas carreras, la carrera por conocer y llegar a todos los lugares del cosmos, la carrera por explorar todos los rincones de los fondos marinos, la de conocer y curar todas las enfermedades, la de la moda, la de los que ansían ser millonarios, la armamentista, la de los políticos, la de la tecnología, la de los derechos de los homosexuales; sería casi imposible nombrarlas todas, pero una cosa es cierta, el propósito de estas es alimentar el ego del hombre y no el de glorificar a Dios. En consecuencia, las aguas de la corrupción y destrucción de la humanidad alcanzan niveles insospechados por el hombre, que se empeña en sembrar tempestades una y otra vez.

 El panorama mundial está saturado de noticias que hablan de guerras, de enfermedades que se convierten en epidemias, de ministros que han decidido hacer del evangelio un negocio, de padres que no juegan ni saben cómo desempeñar su rol de hombre y líder-siervo en el hogar, de madres que tampoco saben-y en muchos casos no les interesa conocer- su rol de mujer, de ayuda idónea en casa. Cada vez hay más noticias sobre  escándalos religiosos, drogadicción, destrucción de hogares y familias, traiciones, de auge de la homosexualidad y muertes que llenan de sufrimiento el corazón de la humanidad incrédula que dice: si Dios existe, ¿dónde está?, ignorando que como en los días de Noé, el corazón de Dios se estremece en sufrimiento y da gritos de dolor por la misma causa de aquel entonces: “ el padecer de una humanidad que ha decido rechazar a su creador y no correr la carrera por abrazar la gracia”.

4. Dios quiere abrir nuevas agencias. 

Gracias a Dios porque como en los tiempos antes del diluvio, con el amor que solo Él sabe tener y trasmitir, está solícito no solo a “contratar” nuevos constructores de arca, sino que pacientemente espera hasta que cada barca esté lista. El Señor está buscando a hombres y mujeres prestos a formar hogares devenidos en arcas de salvación, que muestren al mundo caído que con Dios es posible tener matrimonios y familias sanas que perduran. El Señor de toda esperanza quiere llenar de luz la tierra y está convocando a personas que, sin avergonzarse, griten a voz en cuello como lo hizo el profeta Isaías “heme aquí, envíame a mí (Isaías 6:8)”. El Señor busca padres que, como Noé, estén dispuestos a ser hombres de verdad, conforme al corazón de Dios en sus hogares y se conviertan en líderes siervos que guíen a su familia a la libertad que solo ofrece el evangelio de Cristo. También solicita a madres, decidas a ser Mujer en toda la extensión de la palabra, edificadora de su hogar, “costilla sana” y verdadera ayuda idónea para su esposo.

Cada hogar puede convertirse en una agencia de constructores de arcas. Dios tiene un llamado específico para todo individuo, pero los hace habitar en familia; por lo tanto, el plan del Señor para cada hombre se ajusta exactamente al propósito que Él persigue con la familia en que habita. Sólo hay que apartar a un lado el egoísmo, en cuanto a lo que cada uno piensa que es mejor hacer, y preguntar al Señor cuál es el proyecto específico para la familia en cuestión, que llevará a cada individuo a vivir inmerso en la vida y el carácter de Jesús y ponerse a trabajar todos, unánimes, unidos, al servicio de Dios. Esto, al igual que resultó con la casa de Noé, fortalecerá las relaciones personales y aumentará la fe de toda la familia, mientras se convierten en un faro de esperanza para aquellos que buscan luz en un mundo tan oscuro.

Un comienzo podría ser el involucrar a toda la familia en las labores cotidianas, como la limpieza de la casa, el lavado de ropas, la limpieza del patio, hasta planificar excursiones, visitas o celebraciones, sin perder de vista los días significativos de cada integrante del hogar y que cada uno es único, singular y útil. Esto permitiría el acercamiento y conocimiento de todos los miembros de la familia, a la vez que iría fortaleciendo la comunicación y preparando el camino para el llamado de Dios a cada persona y a toda la familia como unidad social.

Después de que cada individuo de la familia sea un “constructor de arca”, según los dones y talentos que Dios le haya dado y que su casa sea un hogar de Dios, no debe olvidar el consejo bíblico de no confiarse nunca, velando y orando en todo tiempo y recordando el mandato de Dios: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. (Mateo 28:19,20)”. En humildad debe entrenar a otros, con la ayuda de Dios, en la difícil, pero gratificante tarea de construir el arca de su familia, teniendo en cuenta que el Señor es el mismo, más el llamado puede ser diferente, según el propósito del dueño de la agencia, Dios.

Además, cada obrero “contratado” por Dios debe velar por la “salud” de los otros constructores y sus arcas (“Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado.” Hebreos 3:12,13);guardando un pensamiento en su corazón: “no soy perfecto, pero una cosa hago, olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (paráfrasis de Filipenses 3:14); de manera que llegue a ser un instrumento útil en las manos del Dios vivo y que además, al pasar de los años, cuando el Creador hable a alguien de sus generaciones, las que han de venir después con su favor, le diga sin pesar y con la seguridad de que entenderá, como le dijo a Moisés desde la zarza ardiendo: “quita la sandalias de tus pies y acércate, yo soy el Dios de tus padres, levántate y aguza tus oídos porque tengo una encomienda especial y única para ti y tu familia”(paráfrasis de Éxodo 3).

Conclusiones.

Sería de vital importancia, en medio de la inundación de la inmoralidad que vive el mundo, que cada hombre y mujer se acercara a la historia de Noé y su familia con un corazón dispuesto a ser moldeados por las enseñanzas que allí recoge la Palabra de Dios. Es impresionante la fe con que este varón de Dios asume junto a su familia el proyecto que el Señor le dio, guardando hacer todo y cuanto le fue encomendado. Y más impactante resulta descubrir con cuánta paciencia el Creador esperó el tiempo, hasta que el arca estuvo lista y cómo Él mismo cerró la puerta cuando las aguas empezaron. Una experiencia gratificante para toda persona sería poder percibir el cuidado que Dios tuvo de ellos el tiempo que duró el diluvio y su trato con Noé después de que todo pasó.

Aprender sobre los hechos que giran alrededor del Diluvio llevarían a cada persona, junto a su familia, a ponerse a la orden de Dios, desarrollando proyectos comunes que tengan en cuenta a todos los miembros del hogar, según sus habilidades y limitaciones, observando tener en consideración todas las opiniones a la hora de tomar decisiones que a la larga afectarán a todos. Estas son actitudes que, sin lugar a duda, transformarían el panorama familiar que se vive hoy, llevaría amor a los hogares, los matrimonios se fortalecerían y los lazos entre padres e hijos mejorarían, fomentándose así una herencia para Dios. Es tiempo de madurar en la fe y trabajar juntos, el Señor aún está contratando constructores de arcas.  

Bibliografía.

·         Versión Reina-Valera, revisión de 1960

·         Rick Osborne, “Lo que María y José (salomón, Lot, Ana y otros) sabían (o no) de cómo ser padre.” Traducido por Alfredo Ballesta. (Editorial Mundo Hispano.).

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